Este es un cuento verdadero

Escrito por Luisa Laya
Este es un cuento verdadero, tan real como puede ser cualquier historia que uno vive: mucho hecho y bastante percepción subjetiva.
Mi compañía más fiel ha sido el dolor de cabeza, de modo que he probado casi todas las alternativas para analizarlo, entenderlo, aliviarlo, erradicarlo… al final, saber convivir con él.
Esa gente fabulosa que se preocupa por uno, me introdujo con sus recomendaciones, en varias especialidades de medicina, tratamientos, dietas, prohibiciones; después homeopatía, acupuntura, opciones hasta el agotamiento. Y el dolor de cabeza asomado por cualquier ventana, mirándome con una mueca de burla. «Cambia tu calidad de vida», me dijo un neurólogo… me quedé callada y no volví, ese fue mi cambio, de especialista.
Sugerirle a una persona algo sobre su calidad de vida en un país como este (Venezuela), es una gran muestra de incomprensión, pero ese no es el tema. Es sólo un preámbulo para entender yo misma, cómo una analizadora compulsiva abre puertas a ver qué pasa y ya…

En mi buzón de correo quedó flotando una información acerca de un curso de Sanación Pránica; dos personas diferentes, pensando en mi bienestar, me hicieron llegar esa data. Si, si, gracias… la archivé. Estaba full trabajo y con el dolor de cabeza sentado a mi lado, no tengo tiempo, estoy harta, un día explotará mi cráneo y listo.
Y supongo que como efecto de los analgésicos, tuve varios sueños locos en los que incorporé a San Francisco de Asís. Ve tú a saber que ahora aparte de tener una jefa loca, una responsabilidad laboral incompatible con mis deseos, todo en un país de coprófagos, también tengo efectos alucinógenos por la ingesta de pastillas.
Y en esos días moviendo cosas en un closet donde mi mamá, encontré una talla de madera que hizo mi papá en mi época de bebé… un San Francisco de Asís, que ya había perdido la mitad de la nariz. Me gustó y lo llevé a casa.
Andaba de viaje por varias ciudades del país, por un tema de trabajo, y una noche, muerta de cansancio (y dolor de cabeza, para qué acotarlo) en el aeropuerto de Puerto La Cruz en Venezuela, por fin llegó el avión que me llevaría a Maiquetia (aeropuerto cerca de Caracas). Había una aerolínea que le ponía nombre a sus naves, así como a los botes peñeros… Este se llamaba, sí: San Francisco de Asís.

«No estaba loca ni a punto de morir, sólo debía aprender a negociar con los detonantes del dolor de cabeza y con algo nuevo para mi cultura general: Fibriomialgia. Un diagnóstico que en realidad me alivió, porque cuando todo te duele y nadie (incluyéndome) entiende ni cree, sólo quedas ante 3 puertas, la de un psiquiatra, la de un brujo o la del destino, y ninguna de las tres estaban en mis planes».

Fuente: Freepik
Al día siguiente, paseando por mi correo electrónico, me encontré con aquel del curso de Sanación Pránica y por curiosidad, pedí información.
«La Sanación Pránica es una herramienta de origen Chino-Filipino, para el acompañamiento en el proceso curativo. El Prana es la energía vital… etc… Usamos la oración de San Francisco de Asís, en nuestras meditaciones…»
Deja vú: «La oración de San Francisco de Asis», que cuando tenía como 9 años la leí en una iglesia a la que a veces acompañaba a mi mamá…la única oración que alguna vez llamó mi atención.
Iba a misa apenas cuando no me quedaba más remedio, por compromiso familiar (y aun es así). Creo en Dios, creo en energías superiores, no en las instituciones religiosas, no en un sacerdote, ni en nadie que pretenda que le siga con los ojos cerrados… este también es otro tema para un relato diferente.
Hice el curso… me pareció interesante. Leí sobre el tema. Empecé a experimentar. No encontré que me diera respuestas ni soluciones. Pero algo se situó en mi subconsciente. En lugar de alcanzar respuestas, llegaban más preguntas. Y San Francisco de Asís se quedó allí, no sólo en mi habitación, con su nariz partida y sus manos juntas. Me encanta San Francisco en California que quizá se aproxima al santo, apenas en su estilo profundamente hippie de florecitas y sandalias y aroma a espacio de mar y ciudad con toques de marihuana. Y San Francisco es también ese santo que está rodeado de animalitos, que con un profundo y honesto amor se encarga de cuidarlos… flechazo al centro de mi corazón.
Conocí el pueblo y el templo de Assisi en Italia y de allí me traje un poco de magia en el alma y un pequeño San Francisco con sus brazos abiertos y la nariz completa.
Pasó tiempo para decidir volver a contactar a la gente de formación en Sanación Pránica y empecé de nuevo.
Esta es la parte de la historia donde se esperaría que diga que milagrosamente me curé y que nunca más me dolió la cabeza. Lamento defraudarles… me dolió la cabeza, y además los pies, las manos, la espalda, los hombros, me levantaba porque soy una máquina de voluntad.
Mandé de paseo todos los tratamientos; no para dedicarme a Pránica ni nada extrasensorial, ni místico, ni nada de eso… sólo por hastío, porque pensé que mientras más pensaba en ir al médico y tomar cosas y a la vez dejar de hacer y consumir otras, mi vida giraba en torno a eso y cada vez menos alrededor de la felicidad, la creatividad, las soluciones, el ensayo y error, el disfrute y la belleza.
Sí, pues, seguí meditando muy en contacto con San Francisco y el sentido profundo de su oración y con Pránica, sin creer mucho, más bien leyendo para entender.
Y lejos de lo que creí al principio no era un mundo esotérico, sino una puerta de conexión de mi vida terrena con ese ser emocional y espiritual que también soy, lo que tuvo más sentido para mí, empezó un trabajo de equilibrio que me hizo regresar al análisis, a ir a consulta médica, a mantenerme en auto-observación con más paz.
No estaba loca ni a punto de morir, sólo debía aprender a negociar con los detonantes del dolor de cabeza y con algo nuevo para mi cultura general: Fibriomialgia. Un diagnóstico que en realidad me alivió, porque cuando todo te duele y nadie (incluyéndome) entiende ni cree, sólo quedas ante 3 puertas, la de un psiquiatra, la de un brujo o la del destino, y ninguna de las tres estaban en mis planes.
Este cuento verdadero no tiene final, aun no, aquí estoy viva y mientras, supongo, la historia seguirá su curso. En fin, estudié Sanación Pránica y me gradué, he leído mucho de varios temas, aparte de que siempre ha sido más que hobbie para mí la lectura de casi todo un poco.
Empecé a preguntar más a los profesionales; así fui acentuando un proceso muy personal: entender y profundizar, experimentar para decidir, saber y creer, incorporar lo que me funciona y desechar lo que me parece inútil o absurdo… y con mi fisioterapeuta, muy amiga y con una visión holística de la salud, comencé a coquetear con el masaje terapéutico, vincularme con esa otra fuente de conocimiento, especialmente para descubrir mi propio cuerpo.
Con tratamiento médico, comprensión de mi estructura, un poco de yoga, pránica, con la meditación y la oración de mi pana San Francisco, hago una conexión más completa; es un cable de vinculación que no me ha quitado el dolor físico, pero sí el sufrimiento.
No hay magia (o sí), pienso, hasta ahora lo que he hecho es entender, creo, lo del cambio de “calidad de vida”… era más interno y complejo; el mundo externo es el mismo. Útil para mí, algún día disponible si resultara también útil para mi entorno. Porque este es un cuento verdadero y en construcción.

LUISA LAYA
Es Socióloga, Conferencista e Instructora de Dale Carnegie y Practitioner de PNL con especialización en Recursos Humanos en Venezuela, Colombia, Chile, Perú y otros países. Los programas que dicta como instructora son “Presentaciones de Alto Impacto” (oratoria), “Habilidades Esenciales para el Éxito” (Relaciones Interpersonales y Comunicación), “Liderazgo”, “Train The Trainers” (Formación de Instructores), “Escuela de Ventas y Negocios”; “Coaching”, Gestión del Estrés”, Oratoria Juvenil; entre otros. Luisa es la Visionaria Líder de la sección de Liderazgo.
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