Mujeres en la Ciencia

¿Te imaginas vivir sin WIFI? ¿O que los coches no tuvieran limpiaparabrisas? ¿Y qué sería de la vida sin la comodidad del lavavajillas? Reconozco que me resulta complicado imaginar mi día a día sin estos inventos; de hecho, no podría estar escribiendo este artículo sin una red WIFI que me permite subirlo a la nube simultáneamente.
El factor en común que tienen todos estos inventos es… ¡sorpresa! Fueron diseñados por mujeres. Mujeres científicas que tuvieron, en muchas ocasiones, que superar prejuicios, invisibilidad y veto por parte de sus contemporáneos masculinos.
En el mes de febrero – en concreto el día 11- se celebra el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, en reconocimiento del papel clave que desempeñan en la comunidad científica y tecnológica, y también para visibilizar referentes que impulsen una mayor participación de las mujeres en este ámbito.
Porque la visibilidad es una herramienta muy poderosa para romper esas brechas de género, apoyar a las mujeres científicas y promover el acceso de las mujeres y las niñas a la educación, la capacitación y la investigación en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.
Y, aunque vamos avanzando en la presencia de la mujer en la ciencia, la visibilidad es una asignatura pendiente, y hoy en día sigue teniendo nombre masculino. Como ejemplo, la presencia de mujeres científicas en los libros de texto de las escuelas es casi inexistente y en los reconocimientos con mayor reputación, los Premios Nobel, sólo el 3% de las premiadas en las categorías de Física, Química y Medicina son mujeres.
⇒De ayer a hoy
Desde las civilizaciones más antiguas, las mujeres tuvieron una notable dedicación en la medicina e hicieron importantes aportaciones a la alquimia en el siglo I y II d. C.
Ya en la Edad Media, los conventos se convirtieron en los principales lugares para la educación femenina, y algunas de estas instituciones ofrecieron a las mujeres la oportunidad de participar en la investigación académica.
Pero cuando se fundaron las primeras universidades, las mujeres quedaron en su mayor parte excluidas de ellas. Y este paréntesis histórico ha marcado, sin duda, la trayectoria femenina en los estudios superiores, especialmente en las carreras científicas que acaparaban los hombres.
En la actualidad, menos del 30 por ciento de investigadores y científicos en todo el mundo son mujeres, según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) . Y solo 1 de cada 3 estudiantes de carreras universitarias del ámbito STEM -ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería- es una mujer.
¿Será porque las mujeres somos “más de letras”? La respuesta fácil sería que sí, que ser chico o chica determina de alguna manera nuestros gustos, y que por eso las mujeres no elegimos ciencia. Pero la realidad es mucho más compleja.
Además de los condicionamientos arraigados en una sociedad tradicionalmente machista, una de las razones por las que las niñas y adolescentes no tienen tanto interés hacia las carreras STEM es la falta de referentes femeninos.
De hecho, se ha comprobado que si se le pide a niños y niñas de corta edad que dibujen a un científico, lo habitual es que dibujen a un hombre. Por tanto, en el imaginario colectivo no existe mayoritariamente una conexión directa entre ciencia y mujer.
Pero no se trata de que todas las niñas quieran ser ahora científicas, sino que conozcan en primera persona mujeres en ese ámbito que triunfan en su profesión y que no son un rara avis. Y que, si quieren, pueden ser como ellas.
Si hay una manera de cambiar los estereotipos de género es con ejemplos. Las mujeres son excelentes científicas, ingenieras, médicas o matemáticas, y prueba de ello son los logros destacados que han alcanzado en el mundo de la tecnología y la ciencia a lo largo de la historia.

The National Cancer Institute’s (NCI) Visuals Online – Unsplash
Imagen principal: Diane Serik – Unsplash
Conozcamos, pues, a algunas de estas grandes mujeres de la ciencia en nuestra historia reciente.
A principios del siglo XX, Florence Parpart inventó la refrigeradora eléctrica moderna, antecedente del frigorífico actual. Sí, ese que abres varias veces al día cuando se te antoja algo para comer. Este invento supuso una verdadera revolución a la hora de conservar los alimentos que se ha llegado a equiparar incluso con el descubrimiento del fuego.
Hedy Lamarr protagonizó el primer desnudo integral en la historia del cine y llenó salas por todo el mundo en los años 30 y 40 del siglo XX. Pero detrás de su faceta artística, esta austríaca escondía una vocación científica que puso al servicio del gobierno de EEUU durante la II Guerra Mundial. Inventó un sistema para interceptar las comunicaciones y el control de los torpedos que se utiliza actualmente en todos los GPS, y que fue el precursor del WIFI.
La española Ángela Ruiz Robles fue la precursora del libro electrónico. Fue maestra de un pequeño pueblo de León pero tenía una importante vocación inventora. En el año 1954 desarrolló una enciclopedia mecánica para transmitir los conocimientos de una forma más interactiva. El libro contaba con pulsadores, bobinas, luces y desplazables que ayudaban al alumnado a aprender de una manera más cómoda y dinámica.
En 1916, la inventora estadounidense Mary Anderson diseñó uno de los artilugios más prácticos del mundo de la automoción: el limpiaparabrisas. A partir de aquel año, todos los vehículos incorporaron un brazo mecánico que despejaba la visión a través de la luna del automóvil, y que el conductor podía activar cuando fuera necesario. Sin duda, una gran aportación para la seguridad en la carretera… y en el aire, porque los aviones también cuentan con limpiaparabrisas.
Josephine Cochrane, al enviudar y quedarse en bancarrota, aplicó sus conocimientos de mecánica e ingeniería para diseñar el lavavajillas a finales del siglo XIX. Quería evitar la rotura de platos al lavar a mano y también aliviar a las amas de casa que pasaban mucho tiempo fregando después de las comidas.
En ocasiones, una pequeña modificación de algo que ya existe es imprescindible para mejorar enormemente la vida de quienes tienen que usarlo. Y eso fue lo que consiguió la enfermera Letitia Geer en 1899, cuando diseñó la primera jeringuilla que podía ser manejada con una sola mano y facilitó el trabajo en el mundo de la medicina.
Sin duda, sin la contribución de estas y otras mujeres, el mundo de la ciencia y la tecnología no sería el mismo. Felicitémonos por tener a estas referentes que inspirarán a las científicas del futuro. La ciencia también tiene nombre de mujer.
Nací en Sevilla, España. Desde niña recuerdo mi vocación por la comunicación, por conocer, por contar. Estaba llamada a ser periodista, una profesión que me ha enseñado algunos de los valores que mejor me definen: la verdad y el servicio a los demás.
Pero a veces ocurre que nos cruzamos con una experiencia personal o ajena, y descubrimos que nuestra misión en la vida quizás es diferente de la que soñábamos de pequeños. Fue lo que me ocurrió hace ya más de 10 años cuando comencé a trabajar con personas vulnerables y mujeres víctimas de violencia de género.
He tenido el privilegio de desempeñar varios puestos de responsabilidad en materias como la igualdad, la violencia de género y los servicios sociales. Soy una afortunada por ser parte activa en la construcción de una sociedad más justa, libre e igualitaria y -lo más importante- arraigar otro de mis valores fundamentales: ayudar.
Creo con firmeza -por experiencia personal y profesional- que en las cenizas de la adversidad se pueden encontrar las oportunidades para crecer, mejorar y transformarse. Y confío en que compartir el objetivo común de una sociedad más igualitaria es la semilla para construir una comunidad de personas, empresas e instituciones comprometida con el cambio que está por llegar.
Ex Delegada Territorial de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía y Máster en Lobby, Asuntos Públicos y Diplomacia Corporativa.
Violencias Invisibles
Foto de Kristina Flour (Unsplash)Te quiero contar una historia... “Érase una vez una rana que estaba nadando dentro de una cazuela llena de agua. Aunque ella no lo sabía, la cazuela se estaba calentando a fuego lento. Al cabo de un rato, el agua estaba tibia. A la...
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Muy bien escrito y mejor argumentado. Gracias por tu labor y apoyo a tantas mujeres.