Mujeres en Medicina, cocidas en caldero

Escrito por Luisa Laya

¿Locas, feas, criminales y demoníacas? Acusadas y condenadas a la hoguera por el delito de curar, atender partos y conocer las propiedades sanadoras de las plantas.

Les invito a ubicarse en una época en la que era casi imposible contar con atención de salud para la población de bajos recursos en todo el planeta, no sólo en los países del tercer o cuarto mundo. En aquellos tiempos en los que la mujer no tenía permitido formarse en la universidad y mucho menos para el estudio científico y el ejercicio de profesiones reservadas al orden masculino. Cuando el poder de la institución eclesiástica marcaba indiscutiblemente la división entre el bien y el mal, con base en sus normas y leyes, dictadas y ejecutadas con una particular visión de lo estricto. Con la mente situada allí, la mujer con conocimientos en el arte de la sanación, curanderas y comadronas, sólo podían estar formadas por el diablo, eran trasgresoras de la norma: eran brujas.

Así fue como escondidas y arriesgadas siguieron aprendiendo para transmitir de generación en generación, atendiendo a quienes lo requerían, utilizando su sabiduría y experiencia en la lucha contra los elementos perturbadores para la salud de los individuos, pese a las fuertes anomalías del pensamiento colectivo.

No fue por sus aportes al bienestar de las sociedades que eran exterminadas, sino por su insolencia, al inmiscuirse con su magia de la quinta paila del infierno, en los asuntos científicos de los hombres de la medicina.

Por brujas fueron sometidas a las más crueles e indescriptibles torturas, dedos machacados, latigazos, clavos ardientes, desmembradas y trituradas como para eliminar el más mínimo vestigio de energía. Se supone que con estas estratégicas y valientes acciones, salvarían a la humanidad del bárbaro y descomunal daño que estas mujeres estaban provocando. No fue por sus aportes al bienestar de las sociedades que eran exterminadas, sino por su insolencia, al inmiscuirse con su magia de la quinta paila del infierno, en los asuntos científicos de los hombres de la medicina.

En un gran caldero estas mujeres sanadoras cocinaban pócimas experimentales para curar los cuerpos y caldos amorosos para acunar las almas de quienes, con sus vidas débiles en medio de una realidad atroz, apenas necesitaban que les entregaran algo más que una palabra experta.

Gertrude Belle Elion, Francoise Barré Sinoussi, Lya Imber y Sara Bendahan. 

En el poderoso pensamiento binario todo era muy simple: El caldero en el fogón del hogar para la mujer responsable de cocinar y servir. La pipeta en el laboratorio de eruditos para el hombre responsable de pensar y dictar veredictos.

Si pudiéramos apartarnos de las luchas de poderes y aproximarnos a las sutilezas del liderazgo, entenderíamos que la realidad de la naturaleza humana es más próxima a un “y” que a un “o”. Quiero decir que no siempre es necesario decidir entra A “o” B, en muchas ocasiones con pasión, organización, estudio, esfuerzo e interés auténtico, es posible hacer A “y” B.

De modo que mientras que la mujer desde su caldero preparó y sazonó sus ideas y se empeñó en asomarse a la ciencia y la medicina, el hombre desde su pipeta también sintió una profunda curiosidad por la química culinaria generadora de grandeza sensual. Y entonces hoy, después de injusticias, tropiezos, pérdidas y ganancias, tenemos un enorme liderazgo de mujeres en la investigación y conocimiento de la salud, y de hombres en la experimentación de las cocinas.

Y a lo que nos atañe en este artículo… que por fin, a mediados de los años 1800 empezó el reconocimiento de las mujeres en el espacio del pensamiento científico, con la norteamericana Elizabeth Blackwell titulada en medicina en la Geneva Medical College, después de haber sido rechazada en otras 10 universidades, y la británica Florence Nightingale como enfermera profesional y creadora de la Escuela de Enfermería del Hospital Saint Thomas de Londres.

Más adelante siguieron abriendo el camino otras brillantes mujeres: Marie Curie, polaca-francesa, pionera en el campo de la radioactividad con 2 premios Nobel en física y química; la química inglesa Rosalind Franklin, que estudió la estructura del ADN hasta hacerla comprensible; Gertrude Belle Elion, norteamericana, bioquímica y premio Nobel en fisiología y medicina; otra bioquímica, esta vez francesa, Francoise Barré Sinoussi que lideró la lucha contra el VIH y recibió el premio nobel en medicina.

Mi gentilicio me empuja a dar relieve a dos pioneras de la medicina en mi país que, aún cuando en 1935-36 todavía ni gozaban del derecho al voto, apostaron por su visión y misión de vida, y lograron estudiar en la Universidad Central de Venezuela, alcanzando Sara Bendahan y Lya Imber titularse en Medicina. La Dra. Sara Bendahan falleció muy pronto, y la Dra. Lya Imber consigió fundar la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría, y formar parte de la Directiva de UNICEF, con grandes éxitos en la atención de la infancia.

Muchos de los platos mejor elaborados, deleites para el paladar, evidencia de la excelencia culinaria, se cocinan en grandes ollas y a fuego lento, vaya esta receta para el liderazgo de la mujer en la medicina y en general, en las ciencias.

LUISA LAYA

Es Socióloga, Conferencista e Instructora de Dale Carnegie y Practitioner de PNL con especialización en Recursos Humanos en Venezuela, Colombia, Chile, Perú y otros países. Los programas que dicta como instructora son “Presentaciones de Alto Impacto” (oratoria), “Habilidades Esenciales para el Éxito” (Relaciones Interpersonales y Comunicación), “Liderazgo”, “Train The Trainers” (Formación de Instructores), “Escuela de Ventas y Negocios”; “Coaching”, Gestión del Estrés”, Oratoria Juvenil; entre otros. Luisa es la Visionaria Líder de la sección de Liderazgo.

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