Dividir la atención entre lo familiar y lo laboral, mientras se busca acceso a fondos de financiamiento para que la empresa pueda iniciar o continuar, son retos habituales para las emprendedoras a nivel mundial, y es que, aún cuando el mundo del emprendimiento es emocionante y apasionado, su complejidad es innegable, y, con la llegada del COVID-19, el camino se hizo más cuesta arriba para las mujeres que desean incursionar en este mundo.

“Muy ligado al apoyo financiero, durante la pandemia, los negocios dirigidos por mujeres han recibido menor cantidad de apoyo gubernamental, o se han visto menos beneficiadas por planes económicos por parte de los gobiernos en comparación a los negocios dirigidos por hombres.”
Según una encuesta reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD, por sus siglas en inglés), el 83,8% de las mujeres encuestadas, reportaron que la pandemia tuvo un impacto negativo en sus negocios, mientras que el 38,5% indicó que sus negocios cerrarán o pudiesen hacerlo como resultado de dicho impacto.
La pandemia trastocó todos los aspectos de la vida cotidiana y exacerbó las brechas pre existentes en el mundo de los negocios, como la brecha salarial, habilidades tecnológicas y digitales y el acceso a herramientas de este tipo, acceso dispar a fuentes de financiamiento, educación a diferentes niveles y carga desproporcionada de las labores domésticas no remuneradas.
Cosa que, en conjunción con el revés que sufrió la economía mundial por la aparición del virus y las restricciones de movilidad y cuarentena obligatoria, aumentó la vulnerabilidad de las mujeres desde diferentes aristas.
En primera instancia, afectó a aquellas que se encontraban en los sectores informales de la economía con poca o ninguna protección de índole social, así como para aquellas que tenían un trabajo a medio tiempo, y además, incrementó de manera significativa la carga familiar y cuidados del hogar, actividades no remuneradas que generan una presión adicional y que afecta la habilidad de concentración y efectividad en las labores organizacionales que corresponde ejecutar.
Por otra parte, los sectores donde tradicionalmente existe una mayor proporción de mujeres laborando, son aquellos que tienen un trato más directo con los consumidores y clientes, como hotelería y turismo, retail, educación, entretenimiento y recreación, y son precisamente estos los que han sido más afectados por las restricciones de impuestas por la pandemia y los que tienen una recuperación mucho más lenta en comparación a otros sectores económicos.
De hecho, de acuerdo a data del Banco Mundial, en América Latina y el Caribe los sectores con fuerte participación de mujeres, explican el 56% de todos los empleos perdidos entre mayo y agosto 2020. Sin embargo, esta pérdida de ingresos para muchas féminas y sus familias, se traduce en una necesidad financiera por incursionar en nuevas formas de alcanzar independencia económica, por ejemplo, mediante emprendimientos, que no necesariamente pertenecen en sus inicios a una economía formal.
También, es conocido que las mujeres emprendedoras reciben menor apoyo financiero en comparación a su contraparte masculina. Según estimaciones recientes de la Corporación Internacional de Finanzas (IFC, por sus siglas en inglés) las pequeñas y medianas empresas dirigidas por mujeres, enfrentan una brecha de financiamiento estimada alrededor de los USD 300 billones y en el caso de América Latina, solo el 1% de emprendedoras logra acceder a fondos de capital de riesgo; así mismo, de acuerdo al Banco Mundial, en todas las regiones, excepto América del Norte, la proporción de mujeres con acceso a una cuenta financiera, es menor que la de los hombres, cosa que sin duda, limita la capacidad de las mujeres de iniciar, operar o ampliar negocios.
Muy ligado al apoyo financiero, durante la pandemia, los negocios dirigidos por mujeres han recibido menor cantidad de apoyo gubernamental, o se han visto menos beneficiadas por planes económicos por parte de los gobiernos en comparación a los negocios dirigidos por hombres. Aunque no hay data precisa, el Banco Mundial estimó que solo el 1% de emprendimientos femeninos recibió algún tipo de ayuda económica durante los primeros meses de la pandemia.
Aunque las cifras varían y quizás sea muy pronto para saber en términos reales el impacto de la pandemia de COVID-19 en el emprendimiento femenino, sin duda, ha causado preocupación por la posibilidad de retroceso en cuanto a los avances obtenidos en las últimas décadas en esta materia, encendiendo las señales de alerta ante un posible crecimiento de las brechas de género en un futuro.
Para evitar esto último, deben abordarse los retos que la pandemia ha resaltado, desde una inversión con lentes de género, acceso financiero equitativo, apoyo de instituciones públicas, remoción de obstáculos legales para constitución de empresas y registro de propiedad, seguridad de carácter social, inversión en las llamadas STEM (ciencias, tecnologías, ingeniería y matemática, por sus siglas en inglés) y sobre todo, involucrar a más mujeres en la toma de decisiones de diferentes instituciones que promuevan el crecimiento profesional de la mujer y su educación.
Para la OECD, si esto sucede, pudiésemos ver una recuperación económica más rápida de lo esperado, e incluso, de acuerdo a lo que plantea el Boston Consulting Group, alrededor de USD 5 trillones podrían agregarse a la economía global si la brecha de emprendimiento logra cerrarse.


DANIELA OROPEZA
Licenciada en Estudios Internacionales de la UCV, interesada en temas de sostenibilidad, triple impacto desde el punto de vista ambiental, así como en temas de perspectiva de género. Articulista de la revista Business Venezuela y Feminismo Inc. Actualmente se desempeño como Coordinadora Sectorial Senior de VenAmcham
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