Lo reconozco, lo estoy postergando

Escrito por Marta Fernández de Arroyabe Mas

Fuente: Jairo Alzate (Unsplash)
No estoy procrastinando, estoy postergando. Así, no hay culpa ni vergüenza. Simplemente, no puedo hacerlo.
Es como si una parte de mi mundo emocional se hubiera retirado a meditar. No digo que he perdido las emociones, sigo teniendo momentos de alegría, me enfado, algún conato de ira y , hasta según qué comida, me da asco. También siento la tristeza, pero no me siento triste.
Justo hace tres meses murió mi padre, Es posible que el duelo postergue la escritura. Pero solo posterga esta escritura. Justo solo ésta. El resto de mi mundo sigue girando, sigo escribiendo, publicando, leyendo, trabajando, estudiando…Sigo viviendo.
Pero me falta algo.
Hice las paces con mi padre. Hablé de lo bueno, lo muy bueno y lo malo, lo muy malo. Me perdoné por no ser la hija que se merecía; le perdoné por no ser, a veces, el padre que me merecía. Y, sin embargo, hay un hueco. No es un dolor en el corazón o una presión en la boca del estómago o un llanto desconsolado. Es solo un vacío.
Un tubo de vacío que recorre todo el centro de mi cuerpo. Allí no hay nada ni pena, ni culpa, ni rabia, ni tristeza. Y por no haber, no hay escritura. Es como un desierto de dunas incesantes, como ruido blanco que no me permite escuchar, como una ingravidez que ralentiza todo pensamiento.
«La distancia no hace el olvido, pero nos hace olvidar»
Quizá sea porque este momento y este lugar era el espacio de conexión con mi niñez soñadora y mi adolescencia de pesadilla. Quizá sea justo eso porque allí mi padre fue un buen padre. Fue el padre amoroso, tierno, disponible, atento que toda hija sueña. Quizá sea por, justo allí, yo fui una buena hija. Fui la hija entregada, curiosa, amorosa que todo padre desea. Ahora y ayer, justo aquí, se han disuelto. Ya no hay nexo, solo el más profundo de los silencios.
Mi vida continuó cuando mi padre decidió que no tenía fuerzas para ser el que fue. Yo continué mi vida cuando me pareció que mi padre ya nunca más sería el que fue. No hay culpables, no hay remordimientos. Seguramente las cosas serían distintas si él no se hubiera apartado. Seguramente, las cosas no serían así si yo no hubiera decidido retirarme. Solo ha quedado el vacío, ni siquiera hay lugar para la compasión.
No puedo compadecerme de mi padre, no puedo compadecerme de mí misma. No creo que ninguno de los dos nos lo merezcamos. En un momento fuimos osados, valientes, desafiantes. Pero, en un instante, nuestras fortalezas se volvieron debilidades. Hubo un momento en el que yo dejé de luchar por él y él dejó de confiar en mí.
La distancia no hace el olvido, pero nos hace olvidar. Y al recorrerla me da la sensación que quedó muy poco, apenas nada, y pocas hay palabras para nombrarlo ¿Por qué decidimos llenar de vacío la distancia? ¿Por qué me cuesta tanto escribir?
Dicen que en el momento donde habitas es el fruto de las elecciones pasadas. Dicen que antes de vivir el presente, tu mente ya ha decidido cómo vas a vivirlo. Ha escogido una sola de las infinitas posibilidades, solo una ¿Por qué escogimos tan mal?
Justo antes de exhalar su último aliento, yo escribía una escritura que quedó encerrada en un cajón…

Fuente: Denys Argyriou (Unsplash)
Dicen que en el momento donde habitas es el fruto de las elecciones pasadas. Dicen que antes de vivir el presente, tu mente ya ha decidido cómo vas a vivirlo. Ha escogido una sola de las infinitas posibilidades, solo una ¿Por qué escogimos tan mal?
“Buen viaje, papá
Fuiste un buen padre. Trabajaste duro para tener la familia que nunca tuviste. Durante años nos lo diste todo. Nos quisiste dar todo lo que tú no habías tenido, todo lo que pensabas que queríamos. No sabías más.
Me acompañabas a la escuela orgulloso. Pensabas que nos parecíamos tanto, que yo era tu reflejo: la curiosidad, el trabajo, el mal genio, el “ser como se debe ser”…
Siempre estabas: las funciones de fin de curso, hablar con las señoritas de tu niña preferida, en las competiciones, las noches en vela esperando que volviese a casa sana y salva…Siempre estabas allí.
Y en los viajes, y en los juegos, y estabas con nosotros cuando participabas en los concursos de Mister crucero.
Me enseñaste a gozar de la música, de los libros, del conocimiento. A sentirme orgullosa de tu sabiduría, memoria e inteligencia cuando ganaste el concurso de la tele. ¡Un millón de pesetas ganaste porque lo sabías todo!
Pero la vida va como va y las cosas se tuercen. Vivir se hace difícil y llega la cólera, el miedo, la angustia, el mal humor…No supiste adaptarte a los nuevos tiempos, al miedo al fracaso, a no ser como se debe ser…Te enfadaste con la vida, con el mundo, con los tuyos.
Poco a poco, dejaste de ser, de existir. Te hiciste pequeño, débil y muy frágil. Te dejaste llevar por la ira, el miedo. Te dejaste llevar por una incertidumbre asfixiante.
Hasta que todo y todos te abandonamos. Y cuanto más lejos nos fuimos, más ira, más miedo, más rabia, más solo y más lejos te fuiste. Lo siento, papá.
Me llamó Georgina: papá se ha caído, está en el hospital.
Y cuando oí tu voz al teléfono lo supe…
Esta vez no era lo de siempre, esta vez habías decidido decir basta, no puedo más.
Adiós, papá
Bon viatge. T’estimo”

Marta Fernandez de Arroyabe Mas
Máster coaching y liderazgo UB, Certificada Sales Coach CIE, Postgrado Neuromanagement KU. Humanista y ADE.
Como buena barcelonesa llevo el comercio en mis venas. He trabajado en el sector desde que tengo conciencia. En grandes empresas, en mis propios negocios, aquí y en el extranjero. Como humanista traigo, la perspectiva, la curiosidad y la pasión por la voluntad humana de crear. Como empresaria, la constancia, la lucidez de las cifras y, a veces, la desesperación. Como neurocoach, la voluntad de acompañarte y creer firmemente que puedes alcanzar tus anhelos más profundos. Mi correo: coreografies@gmail.com
Puedes leerme en este enlace: mfda
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