El cuerpo siempre avisa

Escrito por María Gabriela Bermúdez

Foto de María Gabriela Bermúdez
El cuerpo siempre avisa.
El de mama fue mi segundo.
Me dolía constantemente el seno derecho, resolví hacerme una mamografía. Mi madre acababa de morir de cáncer de pulmón con metástasis en la cabeza. Y a pesar de la dolorosa pérdida, yo agradecí que el proceso hubiera sido rápido evitando una larga agonía, en tres meses se deterioró y se fue. Mi seno derecho no presentó ninguna lesión, pero generó suficiente ruido e incomodidad como para conseguir lo que pasaba en el izquierdo.
El cuerpo siempre avisa, repito, el cuerpo siempre avisa cuando algo no va bien. Lo hace de diferentes formas, desde tocarte para encontrar bultos, analíticas, hasta esas señales a las que yo llamo “intuitivas” que son todo menos científicas.
Era mi segundo cáncer; el primero había sido de tiroides. Me operaron 21 días antes de emigrar. Esa es otra historia. Pero lo que es importante observar es que en todos los episodios de encuentros cercanos con el temido cáncer había algo recurrente. Claramente puedo afirmar ahora que sé como el cuerpo avisa que algo está pasando. Pero también aprendí lo sordas que estamos para darnos cuenta de las señales que nuestro cuerpo y mente nos advierten.
Durante el cáncer de tiroides tenía un sueño muy desagradable que solo después de mi tercer cáncer pude entender y asumirlo como una señal. Soñaba que me caminaban alacranes en mi garganta, no me picaban, pero me daban un miedo y una sensación de permanecer petrificada para evitar ser picada. No podía gritar, ni respirar.
Justo tuve cáncer en la tiroides, que se ubica en la garganta. Los episodios que estaba viviendo en ese momento, producían en mí esa sensación que describo sobre mi sueño. Estaba paralizada de miedo, por la inseguridad que constantemente percibía a mi alrededor, pero también por lo que implicaba mudarse de país.
Me sentía ahogada por las circunstancias, estaba muda, no me dejaba verbalizar lo que me pasaba interiormente. El caos psicoemocional que transitaba se estaba manifestando desde mi subconsciente en los sueños. Pero estaba tan absolutamente contaminada de tareas pendientes, de duelos, de sensación de pérdida, que no me escuché, no me vi, no me di el espacio de entendimiento para saber que si no cambiaba el rumbo de lo que estaba viviendo, acabaría enfermándome.
Y a este punto quiero hacer un alto y observar lo siguiente: Un sueño como el que tuve no es ni un diagnóstico, ni certeza de nada. Puede haber gente por la vida soñando con insectos y no significa que tengan cáncer, pero si quiero asumir mi responsabilidad en no haberme dado el espacio de entender lo que me estaba pasando.
Hay otras formas en las que el cuerpo pasa las alarmas y nosotras, las desechamos, las descartamos a priori, las descalificamos.
Mi llamado es a reflexionar: Tenemos que estar atentas a las señales, frenar de vez en cuando, mirarnos adentro y poner pausa y orden lo antes posible.
Muere mi madre y mi vida de migrante no era fácil. Unos meses más tarde, se descubre lo del pecho derecho que me lleva a descubrir precozmente un bultito en el izquierdo. Gracias a Dios lo hallamos cuando aún era muy muy pequeño.
Para aquellos días, soñé otra vez esas pesadillas raras, esta vez soñé que debajo de mi cama había tres culebras y que una se montaba en la cama y caminaba por mi cuerpo. En esta ocasión tampoco reaccioné a mi sueño advertencia sobre el cáncer de pecho.
Después de saber que tenía un pequeño cáncer de pecho, el primer médico que visité me propuso quitarme el seno completo, para “evitar cualquier otra lesión”. No me gustó como médico, mi lesión no llegaba al centímetro y quería hacerme una mega mastectomía, una cirugía enorme e invasiva, que le reportaba muchos honorarios, el tiempo de recuperación para mí era extenso.
Así que no me conformé, busqué dos médicos más, me quedé con el que me dio una solución más conservadora. Extirparían la lesión, un perímetro de seguridad y los ganglios centinela. Salí muy bien, no requerí quimioterapia, pero sí radioterapia. No te conformes si algo no te cuadra, busca e indaga más.
Encontrarás a tu mejor amiga, estaba allí todo este tiempo, pero los compromisos, las creencias, lo aprendido, las personas de tu entorno, el que dirán, el que me diré (que es más importante que el que dirán) los yo debería, contaminan la agenda. Te prometo que cuando te pongas como tu prioridad hallarás tiempo para ti.
Me parece importante relatar mi tercer cáncer y lo que soñé, mi cama estaba llena de cucarachas, asquerosas, millones, voladoras y arrastradas ocupaban toda mi cama y mi cuerpo. Lo soñé tres veces, sin saberlo estaba desarrollando Linfoma No Hodgkin de células grandes de rápido crecimiento en mi cuerpo. Casi no lo cuento, ahora que sobreviví no olvido limpiar los problemas, soltando, aprendiendo a fluir, a no controlarlo todo, a no ser perfeccionista, a vivir con tranquilidad.
Es importante que tomes el control de tus decisiones, no te gusta el médico, sigue buscando hasta que te guste alguno, no asumas todo lo que te dicen como verdad absoluta, busca tus propias certezas, siempre ponderando las consecuencias. No dejes que el miedo comande tus acciones. Siempre, siempre, siempre hay alternativas, busca la que te genere más bienestar.
Ahora que ya sobreviví al tercero es cuando puedo hacer esta reflexión sobre lo que nos falta aprender a entendernos, a descifrarnos a nosotras mismas en nuestros propios lenguajes internos.
No quiero alarmar a nadie, ni promover una obsesión con la interpretación de sueños, ni nada por el estilo; mi llamado es a darse espacio, a saldar lo pendiente, los duelos, migraciones, divorcios, muertes de personas queridas, accidentes, bancarrota despidos, traiciones, dolores de distinta índole hay que sanarlos, antes que se vuelvan tóxicos. Ese es el veneno simbolizado por las culebras de mi pesadilla premonitoria. Hay que ser valientes para procesar el dolor hasta sanar de él.
Las mujeres somos buenísimas consintiendo y queriendo a los demás y es frecuente que tratemos a otros incluso mejor que a nosotras mismas. El primer gran amor debe ser el propio. No solemos darnos tiempo de estar adentro de nosotras quitándonos la maleza de nuestro jardín interior, o regarnos para florecer. Te invito a no posponerte más, vacía la agenda para encontrar tiempo para ti, para procesar aquello que no está en orden, escuchar tus alarmas y las peticiones de tu cuerpo.
En conclusión…
Si intuyes algo sobre tu cuerpo, es mejor que vayas cuanto antes a buscar certezas científicas. Mientras más precoz sea el hallazgo, más probabilidades hay de sanar.
Créele a tu voz interior, no descalifiques los mensajes de tu subconsciente, ni es tu imaginación ni son mentiras, tampoco la respuesta es cáncer, pero si algo no está en equilibrio, busca el balance. Atrévete a actualizar tus creencias, con esto me refiero a tu mundo espiritual, busca a Dios. (Dios en modo genérico). Conecta con tu lado espiritual.
Otro paradigma que me gusta romper tras tres cánceres: El cáncer no mata, si lo descubres a tiempo, si haces tus tratamientos y sobre todo si hay metamorfosis en ti. Busca ayuda adicional a la medicina, toda la que necesites, psicólogos, coaches, terapias, meditaciones, todo lo que creas que va a ayudarte a salir de procesos tóxicos internos, busca como bajar el cortisol para permanecer en calma y contenta el mayor tiempo posible.
Si un médico, un diagnóstico, un tratamiento, un procedimiento no te gusta, busca más alternativas, indaga a profundidad hasta conseguir tus respuestas, lo que si percibes que resulta para ti y lo que te genera calma. Aunque las estadísticas científicas nos hagan creer que todos padecemos igual, no es cierto que todas somos iguales, ni reaccionamos de la misma manera.
Indaga hasta convencerte a ti misma, porque en la medida que sintamos confianza y estemos claras del paso a seguir para vencer a un cáncer, habremos ganado parte del desafío.
Y por último, quiérete mucho. Cada vez más.

María Gabriela Bermúdez
Venezolana hace más de cinco décadas, también italiana, se define como ciudadana del mundo.
Arquitecto, copywriter, emprendedora, empresaria, docente universitario, directora de proyectos, escritora y storyteller.
Creativa, cercana, disruptiva, inconforme empedernida, excéntrica, tejedora de redes, empática y resiliente.
Ha escrito varios libros “Alcachofa despeinada en el cielo de los sueños”,“Manifiestos Peculiares” un libro colectivo de cuentos “Alegoría al tiempo”.
Actualmente vive en Málaga, España, y junto a Lluís Montràs J. lleva bookia.es un servicio de acompañamiento editorial y autopublicación.
También Soluciones Estratek S.L. una consultora pequeña dedicada a generar lo que emprendedores, autónomos y directores de pymes necesitan.
Mujer, persona, hermana, amiga, madre, tejedora de puentes.
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