María Angélica Salama: «La belleza la llevas dentro»

Por Anabelle Yanes
María Angélica Salama sintió la primera alerta cuando estaba embarazada. Había esperado ocho años para quedar embarazada. Ella tomó acción de inmediato, fue al médico y se hizo el eco mamario, pero tuvo que esperar a que naciera su bebé. Su fe, su optimismo, su férrea voluntad y el gran apoyo de la familia y amistades la llevaron adelante en el camino nada sencillo que le tocó transitar.
En ese tránsito tuvo cambios muy importantes que nos relata en la entrevista. Su vida se transformó no sólo en cuanto a la manera de ver y enfrentarla sino que incluso la llevó a migrar a Italia con su esposo y su bebé para poder concluir su tratamiento.
A ella le tocó enfrentar el momento en que se agudizó la escasez de medicamentos en Venezuela.
Aunque no existen cifras oficiales publicadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que para 2020 entre 3.000 y 3.500 mujeres murieron de cáncer de mama en Venezuela; aproximadamente nueve mujeres por día.
Es posible que esta estimación sea muy inferior a la realidad, ya que está basada en un modelo que no considera los graves retrocesos en el sistema de salud pública del país en los últimos años. Pero aún así, la tasa de mortalidad es casi 30% superior al promedio de todos los demás países sudamericanos.
P: ¿Cómo fue tu experiencia cuando te diagnostican, en qué momento de tu vida estabas qué tipo de cáncer tuviste?
María Angélica: Tenia 36 años y estaba embarazada. Me descubro que algo extraño estaba ocurriendo porque durante todo el embarazo me dolían los dos senos y de repente me despierto y digo este ya no me duele y este sí, entonces o me duelen los dos o no me duele ninguno, pero que me duela uno no es normal.
Entonces me toco cuando me estoy bañando y me siento una pepita que era del tamaño de un garbanzo más o menos; estaba en el sexto mes del embarazo y fue precisamente el 13 de agosto que fue el día de cumpleaños de mi tía María Eugenia cuando me descubrí la pepita. A todas estas, mi papá tenía la cirugía esa misma semana, pero coincidencialmente yo tenía mi control médico.
En esa época en Valencia (Venezuela) estaba el caso de Gaby Olivo, quien era más joven que yo. Tuvo cáncer al inicio de su embarazo, se complicó y lamentablemente falleció. Yo estaba muy pendiente del caso de Gabycuando fui con mi médica. Ella me dijo: «no es malo, es una pepita, sólo te podemos hacer un ecosonograma porque estas embarazada». Me hace la orden para el eco, le hacen la cirugía a mi papá. Él muere.
Mi tío Miguel González Carrillo que es el médico de la familia y siempre nos ha orientado, se fue de viaje.
Todo esto pasó eso entre el 13 al 22 de agosto de 2016. El eco me lo hago el 13 de septiembre y ahí había crecido. Medía un poquito más de dos centímetros y medio. Era bueno en ese momento, no era malo, estaba bien definido, estaba todo bien.
El médico que me hizo la imagen me dijo que sería bueno operarlo, «pero estás en embarazada, hay que esperar que salgas de tu embarazo». Para el momento había pasado un mes, le muestro a mi ginecóloga el resultado y me dicen que mejor me quede tranquila. Yo sentía que la pepita seguía creciendo.
Cuando mi tío Miguel llegó de viaje cerca del 20 de octubre, le mostré los resultados y ya no era una pepita, era mucho más grande pues el embarazo aceleró el crecimiento. También me indicó que esperara. Mi hijo Darío nació el 8 de noviembre, el mismo día de mi papá.
Me mandaron a ir al control al mes del nacimiento porque supuestamente una tiene las mamas inflamadas; pero para ese momento ya se sospechaba que no era bueno porque seguía creciendo, pero nadie lo quería decir porque acababa de pasar el fallecimiento de mi papá por cáncer de esofago.
Lo cierto es que de una pepita como un garbanzo, ya estaba como una mandarina, era como si tuviera otra teta. Me hicieron una punción, mi tío llamó a los médicos y en una semana ya tenía diagnóstico y tratamiento.
Conectate contigo misma
«A mi toda la vida me han gustado todas las cosas que te puedes poner en la cabeza: sombreros, pañuelos, perolitos, lentejuelas… toda clase de adornos. Mis hermanas se reían y decían que me habían perdido pues me liberé y tengo colecciones de pañoletas, sombreros, pelucas y me los ponía todos. Todavía los uso. Dejas de pensar en lo que va a pensar el otro y vives, te conectas contigo misma».
P: ¿A ti no te operaron en ese momento?
María Angélica: No, porque ya medía más de dos centímetros y hay un límite. Si la lesión es de más de dos centímetros, según el caso, primero te aplican quimio, luego radio y después la cirugía. Si la lesión es más pequeña primero operan y después, si hace, falta quimio y/o radio. En mi caso tuve la quimio, la cirugía y después la radio.
P: ¿Cuándo te diagnosticaron en medio de todas esas emociones que estabas viviendo, cuál fue tu actitud?
María Angélica: Mi mamá llamó y me dijo voy para tu casa. Cuando abrí la puerta y ví que estaban entrando mi mamá con mis hermanas, yo entendí. No hacía falta abrir el resultado. Le dije a Daniele, mi esposo, «tengo cáncer, si no, no estuviera mi mamá aquí con mis hermanas». Realmente fue más adelante que me enteré que tenía ganglios metastásicos. En el momento, no me percaté de esto último, era mucha información y muchas emociones.
P: ¿Cuáles eran tus temores?
María Angélica: Creo que lo que más me afectaba era que se me iba a caer el pelo. Te lo digo sinceramente. Para mí, mi pelo era una cosa importante. Lloré en ese momento y dije «me voy a quedar calva». Mi tía, Mercedes Salama, quien también tuvo cáncer, vino al día siguiente y me dijo: «¿Te preocupa que se te caiga el pelo?» y acariciándose el suyo me dijo, «Sí, pero te crece; mira, te crece». Ella ya pasó los 10 años, o sea, ya está en remisión total.
Yo creo que de verdad no sentí que me fuera a morir y algo de eso, no. Yo me decía «es cáncer, pero me lo diagnosticaron a tiempo». Era como estadio 2 o 3. Un médico me dijo que era estadio 2, en el límite para ser 3 y el otro me dijo que era justo en el límite de 3. En mi mente, asumí que era 2 y pensé que no era tan grave, porque en tu mente tienes que escoger y yo escogí lo menos malo.
Fui a la primera cita al mastólogo con mi mamá e Inés Cristina mi hermana, quien es médico. No me dejaron hablar. Yo estaba oyendo todo. En el momento me explicaron que el tejido de las mamás es gemelo por cuanto lo que ocurre en una ocurre en la otra. Entonces, me dijo el médico, si te ocurrió a los 36 años esto puede volver a pasar en 10, 20 o 30 años, ¿tú quieres volver a pasar por lo mismo? Por supuesto dije que no. Entonces, me indicaron que tenían que vaciar las dos mamas.
Creo que lo más fuerte es cuando te dicen que te van a quitar el pezón pues allí puede quedar tejido canceroso. Una está acostumbrada a verse de una forma. Recuerdo que el médico me dijo que era mejor que me quitara las dos, pues si no, iba a quedar como un pirata. A mí eso me dio tanta risa que creo que ni lloré. Hubo un día que me puse a llorar con una amiga porque se me iba a caer el pelo, más nada.
Creo que a mi el cáncer me agarró de la mano de Dios. Esto lo digo yo. Tenía ocho años casada sin poder tener hijos. Tuve una ventana de fertilidad y quedé embarazada. Esa fue la manera que me llamó Dios.
Después de ocho años yo lo que menos me imaginé de verdad era que yo iba a pasar mi parto y postparto en clínicas y hospitales haciéndome quimios, cirugías y radios. Yo soñaba, como buena valenciana rancia, en las fiestas, las visitas, llevar los niñitos de paseo y nada de eso fue posible. Pero vivir todo esto de la mano de Dios es otra cosa.


«En el fondo creo que el gran temor es que realmente quedas expuesta, porque estamos acostumbrados a un estereotipo de belleza de las mujeres con el pelo largo, de cómo te vistes y qué es ser bello. Una mujer sin pelo queda al desnudo completamente. Realmente con esto aprendes que la belleza es lo que tenemos adentro».
P: ¿Con toda la situación que estabas pasando de embarazo, el nacimiento de un bebé, lo que te preocupara era el pelo?
María Angélica: Aunque parezca mentira, lo que realmente me preocupaba era el cómo me iba a ver. Yo una vez escribí sobre esto y en el fondo creo que el gran temor es que realmente quedas expuesta, porque estamos acostumbrados a un estereotipo de belleza de las mujeres con el pelo largo, de cómo te vistes y qué es ser bello. Una mujer sin pelo queda al desnudo completamente. Realmente con esto aprendes que la belleza es lo que tenemos adentro.
P: ¿Que herramientas usaste para enfrentar tu enfermedad?
María Angélica: No sólo me quedé con las herramientas que te da la medicina científica y occidental. Yo creo que sí, la medicina occidental con todos los avances que ha tenido, funciona para muchas cosas y gracias a la tecnología uno se da cuenta que en otras partes del mundo usan otras cosas que también funcionan.
Una de las cosas que aplique fue la siconeuroinmunología que mi mamá la había descubierto con mi papá. Hacía los ejercicios de visualizaciones que indican. También me enfoqué en la parte de alimentación, cambié mi alimentación porque aunque muchos médicos dicen que la alimentación no influye, yo creo que sí.
El apoyo de la familia y los amigos es fundamental y te das cuenta de gente que siempre está ahí para aportar su granito de arena. Descubres que los apoyos vienen de muchas formas: alguien que te cocina, alguien que te lleva, que te trae; en mi caso, todas mis tías me apoyaron con el cuidado de mi bebé y él se portaba muy bien.
P: ¿Qué cambios hiciste en tu alimentación?
María Angélica: Fui a un especialista en nutrición y me indicó eliminar todos los procesados. Si ves al Dr. Frank Suárez, él está alineado con este sistema de alimentación. Si el plato lo picas en cuatro, tres son de las cosas naturales. Comía pasta, arroz pero en menos proporción; mucho pescado; carnes blancas. Yo ahora te puedo comer carne como parrilla, pero ya no vuelvo a comer carne roja; de hecho, ya no me gustan tanto las carne rojas, aunque aquí en Italia, las carnes son otra cosa, son espectaculares. Mi dieta estaba basada en pescados, muchos vegetales y jugos verdes. Este cambio en la alimentación te hace sentir muy bien, con eso cambias el balance de tu cuerpo.

El examen genético es importante
“En Venezuela no había, y no sé si actualmente hay la posibilidad, de hacer el examen genético. Cuando me vine para Italia, me hicieron el test genético, me lo repitieron y, por supuesto, dio positivo y que venía por la rama de los Salama. Yo lo sabía, siempre pensé que había una incidencia genética muy alta pues mi papá murió por cáncer, mis tías Mercedes y Elisa, Maruja y mi tío Luis tuvieron cáncer.
«María Cecilia Machado, mi prima, la hija de mi tía Mercedes, también tuvo cáncer hace dos años. Yo les decía a todas «esto es genético». Mis hermanas al principio no estaban muy convencidas, pero Andreína, mi hermana, viajó a España para hacerse el test y dio positivo; a Ines Cristina le dectaron muy temprano y sólo tuvo radioterapia. Somos cuatro hermanas y tres salimos positivo a la mutación.
«Estos test genéticos, unos te alertan sobre mamas y ovarios y otros sólo mamas.
«Yo le digo a la gente que si tiene en su familia herencia de cáncer y tienes posibilidades de hacerte el test, hazlo».
P: ¿De toda esta vivencia que has aprendido?
Maria Angelica: A perdonar y a valorar las pequeñas cosas. A mí me dio el cáncer en un momento muy difícil. Cuando mi papa tuvo el cáncer, en Venezuela todavía había medicinas, pero al año siguiente no había nada.
Creo que el momento más duro fue cuando la doctora me dice que para hacerme la quimio tenía que llevar «la roja», una medicina indispensable para el tratamiento que no recuerdo cómo se llamaba, y si no la llevaba las consecuencias eran que se retrasaba el tratamiento y bueno…
Me tuve que aprender los nombres de las medicinas y me tuve que quitar la vergüenza. Muchas veces nos preocupamos por lo que van a decir o pensar los demás, pero nos tocó comenzar a publicar en las redes “alguien sabe donde se puede conseguir esta medicina”, me toco aprender a hacer un “GoFundMe”, aplicación que me recomendó una vecina, porque el seguro médico que tenía no me alcanzaba para cubrir los gastos.
Creo que fui la primera en Valencia en usarla y fue duro pues nadie estaba acostumbrada a pedir dinero para la salud, pero bueno, el tratamiento costaba más de 25 mil dólares y no los tenía; a lo mejor hubiese tenido que vender la casa, pero no era la idea.
Otra cosa que me enseñó fue la importancia de tener amigos y gente conocida. Eso cambia mucho la situación, pues gracias a todos los amigos de mi papá y a mi familia numerosa que me apoyaron con las donaciones, yo estoy viva.
También me enseñó a ser más agradecida, sobre todo, porque a mi alrededor había mucha gente que no tenía las medicinas. Esta fue una de las partes más duras que me tocó vivir, entender que yo tenía mis medicinas y la gente a mi alrededor no.
Tuve que aplicar la del avión: primero la mascarilla para mí y después ayudo a los demás. Al final, cuando me vine a Italia, doné o cambié por otras medicinas, las que tenía.
Tristemente, la mayoría de los que hicieron la quimio conmigo fallecieron por falta de medicamentos.
¿Qué le dices tú a otras mujeres que están transitando tu situación?
«Lo primero es que hay que ir de la mano de Dios. Yo digo que Danilo Augusto siempre fue mi prueba de fe. Él llegó cuando Dios quiso, yo dejé de hacerme tratamiento para quedar embarazada y le decía a la gente que si yo iba a salir embarazada iba a ser cuando Dios dispusiera. Él abrió el Mar Rojo en dos; ha puesto y ha quitado; mi caso es algo muy fácil. Cuando salí embarazada, me tocó la maestría, el doctorado en la fé, como queramos llamarla . Tuve que fue confiar en un proceso de quimioterapia donde el tema de las medicinas era crítico en Venezuela. Yo veía cómo iban llegando mis medicinas, la cantidad de gente que me trajo medicinas porque no las podían mandar por avión, la cantidad de gente que nos apoyaba. Uno tiene la manía de querer controlar, pero hay que dejar a la Divina Providencia actuar.
«También les digo que no tenga miedo. A mí me operaron y me quitaron todo. Me acuerdo que uno de los temores era el cómo me iba a ver. Gracias a Dios mi operación fue una sola, me hicieron la doble mastectomía radical bilateral; dicho en términos médicos, en palabras sencillas, no me quitaron las dos. Me vaciaron, me pusieron los implantes, yo decía cómo me voy a ver sin las aureolas y sin pezones.
Luego de la cirugía me pareció que era una maravilla, que tú te puedes poner las franelas, traje de baño, te puedes poner ropa pegadita y nadie se da cuenta, no pasa nada. De hecho la cirujana plástica me dijo que podía hacerme el tatuaje y ponerme un implante de silicón simulando el pezón. Yo decidí que no me lo iba a hacer, estoy feliz que no se marque nada. Uno tiene el miedo a cómo te vas a ver, pero no pasa nada. Te vas a ver y sentir muy bien.
A veces nos enrollamos por una cantidad de cosas, nos preocupamos y cuando vives esto, descubres que todo pasa. Yo le digo a la gente que a veces estas experiencias te hacen cambiar y siempre son para bien, entonces hay que preguntarse el para qué me tocó y ver, ver más allá y decir ya me tocó, y ahora ¿qué vas hacer?
Ya lo tienes, entonces puedes hacer dos cosas: hundirte que es peor porque el cáncer se aprovecha de los estados de ánimo o decir bueno me tocó y voy a dar la pelea con optimismo. Mi oncóloga me dijo que la quimioterapia funcionaba en el 80% de los casos.
Yo automáticamente decidí que estaba en ese 80%.
Yo tuve cien por ciento de respuesta con la quimioterapia. Practiqué sicoinmunoneurologia, alimentación y quimio.
¿Cómo prevenir el cáncer?
Uno se conoce sus mamas y sabe qué es lo normal. Sabes que si te duelen no es normal, también cuando hay algo extraño que no cuadra. Es bueno siempre hacerse el examen e ir al médico. Hacerlo a tiempo previene complicaciones.
Es indispensable hacerse los controles: la mamografía y el eco mamario una vez al año. Creo que ahora el eco mamario lo sugieren dos veces al año. Y frente a cualquier cambio que sientas, actuar rápido, no dejarlo para después.



Fotos suministradas por María Angélica Salama

Anabelle Yanes
Ejerció como periodista en Venezuela hasta el año 2002 en el área de economía, finanzas y negocios. Posteriormente desarrolló un emprendimiento para la fabricación de mermeladas y dulces artesanales.
En 2008 participó en el Concurso Ideas clasificando entre los cinco primeros proyecto de 730 participantes por el concepto de red de productoras artesanales. El emprendimiento tuvo éxito y duro hasta el 2019 cuando debido a la crisis económica en Venezuela se paró la producción y venta.
En paralelo, trabajó como docente durante este período.
Actualmente retoma el periodismo e inicia una nueva etapa escribiendo cuentos infantiles.
Vive en Estados Unidos.
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Excelente historia de vida.