Con el avance de la pandemia, los expertos en salud mental de todo el mundo observaron el incremento en consultas vinculadas a trastornos de ansiedad y depresión. Es por ello que se viene presionando a los gobiernos para que se ocupen activamente de la salud mental de sus poblaciones en tiempos de pandemia.
Al respecto, se vienen realizando diversos estudios globales sobre la salud en pandemia. Existe una importante investigación denominada «Resultados del estudio internacional de salud mental covid-19 para la población general (COMET-G))», que mostró los siguientes hallazgos: (publicados en European Neuropsychopharmacology)
ÚLTIMAS CIFRAS
(16/03/2022)
Números globales:
461,852,544 casos
6,052,806 muertes
10,732,089,894 vacunas administradas
—Fuente: Johns Hopkins University
Se estudiaron más de 55.000 personas en 40 países.
- Se detectó todo un espectro de alteraciones mentales que van desde “ansiedad, angustia y depresión, hasta tendencias suicidas».
- Porcentaje de depresión probable: 17,8%. Las personas con antecedentes de trastornos mentales tenían tasas más altas de depresión (31,8%).
- Angustia: 16,7%.
- Un grupo importante de la población del estudio habló de reconocer en sí mismos “deterioro del estado mental, de la dinámica familiar y del estilo de vida cotidiano».
En paralelo, aparece la palabra resiliencia, definida como “la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas”. Esta actitud, de la mano de los nuevos cuidados para evitar el contagio de la enfermedad, la aparición de las vacunas y descenso en el número casos de infección por covid-19, generó las bases para el diseño del nuevo bienestar social, que permitiría a la humanidad entera la posibilidad de volver a la dinámica de vida «pseudo» normal con aspectos resilientes que incluían: trabajos o vuelta a clases en modalidad «híbrida», atención médica por vía de telemedicina, entretenimiento por vía digital, entre otros.
Hasta que llegó el Omicrón
La población mundial está agobiada y agotada
La variante ómicron del coronavirus ya era el virus con la propagación más rápida de la historia, pero su subvariante denominada BA.2 podría ser incluso más transmisible que la versión observada hasta ahora, conocida como BA.1. Los dos subtipos de ómicron son más diferentes entre sí que el virus original de Wuhan y la variante alfa. A BA.2 se le describen más de 30 mutaciones en el gen de la espícula respecto a la 1, relacionados con un aumento en la transmisibilidad y en un escape a la inmunidad. Sin embargo, no hay ningún indicio de que BA.2 provoque una enfermedad más grave que su hermana (García de Viedma-investigador en UK). Pero esta nueva variante del coronavirus, calificada como “preocupante” por la Organización Mundial de la Salud, pareció echar por tierra los planes resilientes para retornar al estilo de vida antes de la pandemia.
Ante tanta inestabilidad social, generada por la aparición de ómicron, ¿qué pasa con la salud mental?
No hay manera de evaluar el impacto de ómicron sobre las esperanzas de retornar a nuestra vida cotidiana pre pandemia y, en consecuencia, el impacto en aquellas personas vulnerables a la depresión. La nueva variante nos hace comprender que esto no va a terminar aún, en el contexto de una tendencia mundial a retomar de nuevo medidas de aislamiento que ya se venían flexibilizando un poco. Una nueva ‘ola’ de la pandemia acarrearía mayor estrés psicológico a una población agobiada y agotada. Y no hay manera de cuantificar cómo esto va incidir sobre la salud mental de la población mundial.

Síntomas de alerta
Con esta sensación “de nuevo” de incertidumbre, los indicadores de malestar general de la sociedad parecieran en aumento: consumo de alcohol y cigarro (sustancias ilícitas también), trastornos de autoimagen, interacciones inadecuadas con el entorno, sentimientos de soledad, tendencia al aislamiento, etc. Además, los especialistas están evidenciando un aumento en los niveles de ansiedad y de trastornos psicológicos con consecuencias somáticas posteriores (quejas somáticas, por ejemplo), sobre todo aquellas personas que no sepan manejar la incertidumbre. Son de esperarse entonces crisis de ansiedad y patologías gastrointestinales, como las más vinculadas a los trastornos psicosomáticos.
Revivir etapas que se creía superadas, genera un efecto que se mantiene en el tiempo, al retornar el miedo o el dolor, asociados a duelos por pérdidas de familiares o amigos durante la pandemia. En el entendido de que muchos de esos duelos de por sí ya son complicados por la falta de procesos de despedida y cierre. Si los pacientes están al inicio de una depresión, o si la tenían previamente, es evidente que esa depresión se va a agravar.
Luego está el grupo de pacientes con estrés postraumático por experiencias de hospitalización por Covid de internación. Con la presencia de Ómicron, puede convertirse en postraumático crónico (al igual que las víctimas de una guerra o de conflictos armados o población de excombatientes) y las secuelas pueden durar por años. Además, el impacto psicológico por la pandemia y por ómicron puede ir agravándose con el tiempo.
Entonces, ¿qué hacemos?
Como todos los aspectos de la vida, no todo es negativo. Es importante hacer el ejercicio mental de intentar valorar las situaciones para verles el lado positivo. Aquellos pacientes con fortalezas mentales podrán “surfear la ola” y, los que se sientan en medio de un mal trance, seguramente van a necesitar de ayuda complementaria a efectos de fortalecer su resiliencia.
Considero además que, desde el punto de vista laboral, las empresas tendrán que comenzar a contemplar la asistencia psicológica como parte de los incentivos laborales para proporcionar ayuda a aquellos trabajadores con dificultad para canalizar sanamente sus emociones.
Definitivamente, tenemos que velar por nuestra salud mental. Algunas recomendaciones individuales para esto incluyen:
- Hacer pausas para salir y hacer cambiar la rutina laboral, sobre todo la que se ejerce vía teletrabajo.
- Reducir el sedentarismo pues este genera impacto negativo sobre el bienestar y la salud mental.
- Mantener buenos hábitos de sueño, pues un buen descaso es imprescindible para el buen funcionamiento del cerebro y de la psiquis. Además el buen sueño está vinculado a la estabilidad emocional.
- Controlar el consumo de sustancias estimulantes (cafeína, por ejemplo) para evitar el mantenimiento de estados de alerta permanente, con la consecuente sensación de incertidumbre y ansiedad que generan.


DRA. BETTINA COLMENARES
Médica Cirujana y gerente de salud con más de dos décadas de experiencia. Especialista en cirugía general, particularmente cirugía laparoscópica y ginecológica y Fellow del American College of Surgeons. Líder en gerencia médica privada en clínicas urbanas con manejo de más de 1000 pacientes al año. Además, con conocimiento y experiencia en el mercado asegurador de medicina privada con énfasis en calidad de los servicios. Experiencia en estrategia para organizar servicios de emergencia en areas de conflicto urbano.
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Me encantó muchísimo su artículo y me parece muy importante que la Dra Bettina Colmenares tenga la dedicación y la preocupación por mostrar el impacto psicológico que lamentablemente ha dejado la pandemia. Muchas felicidades